miércoles, 20 de mayo de 2009
Reflexiones balinesas
52 pisos más abajo me sigue pareciendo increíble haber subido tan alto en solo 11 minutos.
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No tiene absolutamente nada que ver con lo que estoy acostumbrado, que lógicamente es correr en llano. Bueno, y decir "acostumbrado" es tirarme el pisto porque realmente llevo corriendo desde después de Navidad de este mismo año. Parece mentira que en enero sudara como en una sauna tras correr 3 minutos en una elíptica y hoy me eche al cuerpo 10 kilómetros/1 hora como si nada.
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Dicho eso, el esfuerzo de estar una hora corriendo no es comparable al de subir no ya 52 pisos, sino simplemente 15. En mi caso corriendo, lo que se dice corriendo, no llegué ni al 20 (no miraba los carteles ni contaba los pisos para no agobiarme), desde ese momento me limité a subir andando al paso más rápido que me permitía el cuerpo.
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Lo cierto es que las primeras 10 plantas pasaron en un suspiro, en menos de 2 minutos, y claro, "acostumbrado" a hacer salidas cada 2/3 días de 6/8 kms que me llevan unos 40 minutos, de pronto ver que habías hecho una quinta parte de la prueba casi sin darte cuenta era euforizante, como si hubiera corrido 2 kilómetros en 1 minuto.
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En el ecuador, en torno a la planta 25, con la respiración ya más apurada y las pulsaciones a casi 190 te asalta la duda "¿aún me queda otro tanto? ¿llegaré?". Eres consciente de que los superhombres que en la salida se lanzaron escalones arriba entre codazos como si les hubiesen untado los calzoncillos con guindilla están ya en la cima... y tú ahí, con la lengua fuera, andando y con más de 25 pisos por encima.
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Curiosamente mientras la cabeza va a sus cosas y recibes el ánimo de los espectadores y curiosos que han salido de sus habitaciones y se han encontrado este show estás de repente en la planta 43. ¿Cómo he llegado yo aquí? si hace nada estaba 20 pisos más abajo... te saca de tus meditaciones el hecho de que se ha acbado la escalera y el personal del hotel te indica un pasillo que conduce a la escalera de emergencia (al mirador se sube solo en ascensor) y te sorprende que alguien te diga "¡venga, Rentero!"... anda, ¿y este cómo sabe mi apellido? Tardas unos segundos en recordar que llevas puesta la equipación con la que quieres cruzar en noviembre la meta de Central Park... y lleva inscrito tu apellido precisamente para esto, para que la gente te anime. Sonríes y levantas el pulgar al espectador.
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En lo que te parece un suspiro sales a una terraza. ¿Ya? Te espera alguien de la organización. Con la mirada buscas la continuación del ascenso. Preguntas "¿ahora por donde?" y con una sonrisa te dicen que ya está, que ya has llegado, mientras un par de cámaras de televisión te inmortalizan. Buscas el refrigerio prometido y te lanzas sobre las bebidas isotónicas como si no hubiera un mañana.
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Ya han pasado esos momentos en los que los cuadriceps te quemaban, en que sentías que te faltaba aire y tenías que doblar el ritmo habitual de inspiración/expiración, en que estabas empepado en sudor tan solo 3 minutos después de empezar a subir, achacándolo no tanto a la intensidad del esfuerzo como a que habitualmente corres en exterior (el sudor evapora más fácilmente) y en esta ocasión llevas 11 minutos corriendo en una escalera por la que no corre el aire.
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La experiencia ha sido diferente, intensa, divertida. Aunque has escuchado comentarios antes del inicio, no has necesitado subir agarrándote a la barandilla con las manos, las rodillas no han sufrido como creías que iba a suceder, no te ha costado tanto esa monstruosidad de subir 52 pisos (¡¡¡900 escalones!!!), las vistas son increíbles desde aquí arriba, el ambiente es excelente... el año que viene repito!!!
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