Si nos dedicáramos a escribir novelas, correr en la San Silvestre sería algo así como escribir un cuento, algo cortito (obviamente sería uno de Navidad, emulando a Dickens). El caso es que esta carrera viene a resultar algo anecdótico. Despues de un año con muchas historias que contar (maratón, lesiones, entrenamientos buenos, malos, estrenos en carreras, nuevos amigos que se incorporan, nuevas vivencias, etc...) la San Silvestre supone un oportuno parón para seguir el año. Algo así como un punto y seguido. Una carrera que se situa entre las citas obligadas del año (como la media maraton o la maratón del pueblo dónde uno ha nacido).
Incluso si uno lo piensa con un par de cervezas, rodeado de amigos, en la barra de un bar y bajo el consabido "no hay coj....", uno corre el riesgo de acabar corriendo con un grupo de frikies disfrazado (o algo parecido) de Rey Mago, Papa Noel, pastorcillo o incluso Spiderman, que no tiene nada que ver con la navidad pero es lo único que había a mano y además te tapa la cara para que no te reconozca nadie.
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